domingo, 24 de enero de 2016

NO HUBO PALABRAS

Se acercó con sigilo para no alertarla, pero su aliento a ginebra se le adelantó. Mariana se tensó, pero no dejó de planchar la camisa.  Una y otra vez pasó la cara caliente de la plancha tratando de terminar con las arrugas invisibles.

Julián se detuvo a pocos centímetro de ella. Se desabotonó la bragueta. Levantó la falda de popelina de la mujer. La abrazó por la cintura y con el miembro erguido arremetió por entre la ropa interior y la penetró sin ningún preámbulo.

Mariana se mordió los labios para no gritar. El dolor era intenso y sangrante.

No hubo palabras. No hubo resistencias ni jadeos. Solo posesión, solo imposición.

El acto fue rápido pero el dolor le duraría toda la noche y seguramente todo el día siguiente.

Como tal cosa, Julián se metió la camisa dentro del pantalón y cerró su bragueta. Caminó hasta la cocina y destapó la olla que estaba sobre la hornilla. Agarró una cuchara, y durante un buen rato estuvo con la cuchara de la olla a la boca.


Mariana terminó de planchar la camisa. Debía ir por los niños a la escuela. No tenía tiempo para llorar. Mañana, con un poco de suerte, tendría tal vez, un mejor día.

jueves, 14 de enero de 2016

ESPIGA DESNUDÁNDOSE EN UN CIERZO

Fotografía: Araminta Gálvez




Se cae azul el pájaro en sus ojos
tiñendo la alborada con trinares,
llenando de colores los manojos
de jaulas, versos, sombras y collares.

Urdiendo en vuelos arduos y complejos
quebrando vientos ágiles, serenos
dibujando siluetas con bosquejos de diosas griegas, cálices y truenos.

Se funde con su cuerpo como sombra
de espiga desnudándose en un cierzo
tendiendo la mirada que le asombra

en las alas serenas, sin esfuerzo,
que amortiguan sus iris cual alfombra
convirtiendo su ser, en su universo

viernes, 8 de enero de 2016

ARDE LA BRUMA



Fotografía: Araminta Gálvez


Sin aviso la vida se estremece
audaz, serena, intrépida y guerrera
acogiendo el suspiro que se mece
en el nido del pecho cual cantera.

Vibra, estalla y agoniza intempestiva
como un soplo de luz, un sorbo de agua
un vuelo herido, coito que cautiva
como un beso incendiándose en su fragua.

Se nutre con la savia la mañana
se tiñe el mar de rojo, arde la bruma
se sienten los latidos cual ventana

explorando el espacio que se esfuma
se retrae y  diluye, se desgrana
la vida es un misterio, es una pluma.




sábado, 2 de enero de 2016

LA MUJER Y EL GATO

Como una ventisca me llegó su risa. 
Afuera llovía. Era una llovizna metódica. Metódica y fría. Fría como las plantas de los pies de los muertos. 
Ella volvió a reír. Indiferente a la lluvia. Incapaz de asomarse a mi soledad, de intuirla siquiera. Encendí un cigarro y fumé despacio, viendo como la brasita del tabaco se encendía y se apagaba de a poquito.
Un gato saltó a mi regazo y se agazapó sobre mis piernas. Odio a los gatos, pero no logré reunir el valor suficiente para espantarlo. El gato se quedó quieto e indiferente ante mi indiferencia. A los pocos minutos roncaba. 
Afuera la lluvia seguía sin control. Desbordados los techos. Desbordadas las calles. Desbordados los cabellos sobre sus pechos y desbordado mi ímpetu en el medio de las piernas.
Su risa ya no era tan perceptible como hacía unos minutos. Me llegaba una especie de eco desfigurado, una caricatura de frescura, un resabio de su indiferencia. Acaricié una y otra vez el espinazo del gato, mientras mis ojos recorrían con ambición la espalda de la mujer que se estremecía por su risa.
El brazo del hombre la rodeó como una serpiente constrictora. No lo pude resistir y me desquité con el gato. Lo aventé hacia un rincón y mientras escuchaba sus maullidos desconcertados salí de prisa para que el aguacero me aplacara las ansias.