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Fotografía: Araminta Gálvez. |
Era de roble macizo. Añosa. Imponente. Una puerta batallón. Casi infranqueable.
Los murmullos se fugaban por las rendijas y llegaban hasta sus oídos.
Le golpeaban el corazón.
Si tan solo no hubiera despertado esa mañana con un presentimiento. Si no fuera viernes 13. Si ese maldito gato no se le hubiera atravesado en el pensamiento.
Pero claro, estaba allí. Fiel a sus presagios. Con el miedo atravesado en la caja del pecho. Sin una luz que lo salvara de su oscuridad.
Ahora ya solo le quedaba una certeza.
Definitivamente hoy, tampoco podría declararle su amor.
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