miércoles, 15 de julio de 2015

APARICIÓN

Dibujo a lapiz. Araminta Gálvez 2015.
En el cuerpo de la mujer quedaban pocos espacios de piel sin cubrir y Nicolás no sabía dónde posar su mirada. Los tatuajes la adornaban con rosas rojas y con palabras escritas  en lenguajes desconocidos. 
Animales mitológicos aparecían por su espalda lanzando garras, colas y dientes amenazantes.
Mariposas y  libélulas azules se posaban en su pubis depilado y en el vientre levemente redondo. 
Los colores eran intensos.  Rojos, negros, azules. 
Las figuras humanas parecían habitantes naturales de su cuerpo. Proporciones perfectas, expresiones siniestras unas, calmadas otras.  Posadas sobre sus hombros, brazos y piernas. 
Frente a la mujer, el espejo multiplicaba su imagen mostrando otros ángulos, otras posibilidades.

La incomodidad había sido desplazada de los ojos de Nicolás, ahora la veía con una insistencia tan intensa como su necesidad de respirar. No deseaba parpadear y perderse un instante de ese paisaje de mujer que aparentemente indiferente a él, continuaba secándose el cabello con la secadora de mango corto, de un color metálico parecido al amarillo.
Los mechones caían sobre sus hombros como aves negras.
Sus ojos lo observaban con travesura. Lo retaban, lo invitaban a acercarse.
Se volvió hacia él y sus pechos pequeños aparecieron con la piel limpia, sin una sola mancha de tinta. Nicolás se perdió en ellos, los saboreó y los deseó con el alma entera. Pero sus pies lo traicionaron y como si tuviera un bloque de cemento, se quedó impávido, viendo cómo la mujer desaparecía tras la puerta.

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