Fotografía: Araminta Gálvez |
El reloj, insistente y despiadado, me desnudó del presente.
Fluyó la vida en la savia herida del césped pisoteado y colapsó la luz al reconciliarse con la noche.
Por el museo de la vida te sentí llegar.
Serenos tus ojos se posaron en los míos y las preguntas niñas surgieron de tu boca.
Tu risa se desató como un estallido de alegría. Y el cielo, vertebrado de luz, se prolongó mas allá de la mirada.
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