Fotografia: Lizeth Gálvez |
Los paraguas aparecieron como oasis multicolor.
Las gotas, pesadas y transparentes, tantearon el camino. Unas por aquí, otras por allá... pero de inmediato, sus huellas fueron absorbidas por el aliento de la tierra. El aire se espesó y el gris campeó por los confines de la tierra. Las hormigas y las aves se hundieron en sus guaridas de sueños colapsados. Las ranas y los sapos croaron de contento preparándose para su fiesta de lodo y humedad.
Sin misericordia, el cielo se rompió como una panza parturienta.
El caos reinó sin sutileza, abundante y prospero en desastres.
Los tragantes y los techos, derrumbados por el liquido vital desprotegieron la vida.
Y fue entonces cuando en la cocina el fogón reinó como un sol de medio día.
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