La tormenta despierta incluso al
miedo. El cielo truena cayéndose a pedazos. Bombardea a mansalva con los
truenos desperdigados a lo alto y a lo ancho del universo entero. Hiere la calma con sus flechazos
zigzagueantes de luz. Llora con los aguaceros que empantanan los ojos y los
cauces del silencio. La fragilidad es la víctima de su impacto de correntada
sin freno. Los cuerpos se encogen como fetos. El alma se olvida de la calma.
Los techos amenazan desplomarse como pesadillas de buitres. La tempestad se
anuncia en grande con sus luces pirotécnicas. Impone su espectáculo imponente.
Ataca por igual a las semillas sedientas de frescura que a las aves aferradas a
las ramas como frutos al borde del suicidio. El miedo palpita en desconciertos
en las gargantas frágiles, sin certeza de un mañana. La tormenta se derrama
apabullando los sentidos. Se solaza ante la impotencia de la vida y grita…¡estoy aquí!
Pero finalmente, y como pasa siempre, el día se despierta delicada
y dulcemente tendiendo la calma entre los ojos.
febrero 2013
Siempre es un placer leerte, amiga.
ResponderEliminarAbrazo
Siempre es un placer verte amigo. Abrazos
ResponderEliminarSi que es un espectáculo la tormenta, lo que ocurre es que por lo general...¡da un miedo!...Menos mal que luego de la tormenta siempre viene la calma.-Lindo texto, Araminta.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Hermoso texto amiga Ari!. Mueve sensaciones su lectura. A mi me supo a tormenta interior, de esas bravas. Felizmente llegó el delicado y dulce despertar.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues vieras José que rara vez me da miedo la tormenta. Me apabulla eso si, su grandiosidad, pero me gusta oír y ver su escándalo porque como tu dices es un espectáculo pirotécnico impresionante. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarCiertamente mi querido José, es una tormenta brava interior y exterior, pero el sol insuperable siempre triunfa, por suerte. Te abrazo fuerte y me gusta mucho verte aquí. Cuídate.
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