Dibujo de Araminta Gálvez lápiz sobre papel fotográfico |
Hoy, cuando me desperté, me di cuenta que no era yo
la que estaba en mi cama.
Por una extraña coincidencia tenía el mismo rostro
(lo corroboré en el espejo) y contra todos los pronósticos, ese cuerpo parecía el
mío. Tenía los mismos lunares, la misma risa
destemplada y hasta pensaba como yo.
Sorprendida comprobé que obedecía mis pensamientos sin
chistar.
Agarró el revólver y se encaminó hacia el cuarto de
mamá.
¡Yo me entusiasmé! La cosa se ponía interesante.
Con sigilo abrió la puerta.
Entramos.
Mamá seguía tendida donde yo la había dejado horas
antes.
La mujer levantó el revólver con firmeza y le disparó
directo a la cabeza y fue allí donde comprobé lo que ya sabía.
Ella era una
falsificación burda de mí, porque si hubiera sido yo, le habría disparado directamente al corazón.
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