El filo del silencio
eriza la piel de la tarde. De puntillas, las nubes recorren el universo de los
ojos.
Brota la humedad del tiempo abrasado al pasado.
Dibujo y acuarela de Araminta Gálvez |
Concilio mis rodillas en
las palmas de mis manos que aletargadas despiertan complacidas al placer. Se hacen
nido los miedos en la noche teñida de penumbra y desconsuelo.
Reposa la voz de
la piedra mansa de movimientos. Los estertores del corazón naufragan en el
delirio acurrucado en el encuadre del pecho. Arrulla el tañido incipiente del
bronce mujer que llama a misa y naufraga en la boca el sabor de las palabras.
Los pasos de la lluvia truenan en la distancia azul anidada en el sur de la
brújula.
Los relámpagos culebrean los ojos sorprendiendo a la oscuridad. El
almanaque se desgasta día tras día sin poder recuperar jamás sus pérdidas.
Aboga el caracol por un predio donde instalar su casa nómada al tiempo que el
sapo templa su panza de tambor parsimonioso, previo a la canción del pantanal.
Recoge la campana sus tañidos mudos de estridencia y la misa desentraña al
mismo tiempo los pecados y el perdón.
La tarde y su modorra re aparecen con sigilo.
La amenaza del peligro ensombrece la
cordura y el embrujo de la luna acondiciona levemente el corazón.
Julio 2013
¡Qué bien lo dices, Araminta!
ResponderEliminarMe sabe a poco este texto, se me antoja como preludio o parte de algo más grande, pero no se, tú eres su dueña.
Caluroso abrazo.
Me resulta muy bien, amiga, de gran ritmo.
ResponderEliminarAbrazos
No lo había pesado José, pero ahora que lo dices podría ser. Lo intentaré en algún momento, muchas gracias por dejarme tu reconfortante comentario. Un abrazo.
ResponderEliminarQue bien José, muchas gracias y abrazos para ti.
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