Voy dando
zancadas grandotas detrás de los pasos de papi. Parezco una ranita que lo
persigue.
Él es un
gigante. Levanto mi cara entera y lo miro desde abajito. De aquí sobre la
tierra.
Y lo
miro.
Y me doy
cuenta que con su cabeza toca las nubecitas del cielo.
¡Es un
gigante de los de verdad!
Yo no
quiero que sus huellas se queden solitas. Pueden caer hilitos de agua y hacer
que se escurran como esa agüita que sale de mis ojos y se resbala por mis
cachetes.
O puede
caer un aguacero de esos que dan mucho miedo y las harán desaparecer.
¡Pufff!
¡Dios me
libre!
Otra cosa
que me da susto, es que se queden solitas cuando la noche se cae de arriba y
nos tapa los ojos a todas las gentes y ya no podemos ver nada.
Por eso
salto detrás de él.
Con mis
piecitos abrazo las huellas que van dejando sus piesotes.
Y me
canso.
Y no
puedo ver los pajaritos que tanto me gustan, ni las nubecitas que hace rato me
vienen siguiendo.
Mi papi
no se da cuenta de todos los abracitos que le voy dando. El piensa de seguro
que salto porque tengo ganas de hacerlo. Porque soy chiquita y traviesa. Y
porque tengo pecas en la cara.
Pero yo
voy siempre detrás de sus pasos mientras él va abriendo los caminitos...
Me encanta Ara, lleno de ternura. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Amaia, que bien que te gusta. Un abrazo para ti. Me encantó verte en las fotografías del recital por el día del libro. Felicitaciones.
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