Como una
maldita sombra te persigue. Siente su tufo resoplando en tu garganta. En tu
nuca. Detrás de tus orejas. Te habla quedo. Sin palabras. Sin sonidos.
Omnipresente en tus miedos. Erizándote la piel. Mírate esos vellos erectos en
los brazos. Chinitos como puercoespines de alfileres. El hielo gélido de
brillos hace nido en tus entrañas y el temblor se te cobija entre las piernas.
Lo sabes. Lo sientes. La presientes tras de ti. No voltees. Podrías no resistir
esas cuencas sin ojos que te miran. Que te hurgan y te desnudan de cualquier
vestigio de razón. Se inmiscuye en tus silencios y te abraza. Y su escalofrío
te recorre en tus puntos cardinales arrastrándote hasta las profundidades
perdidas del olvido. ¡Cuidado! No avances. No te detengas. No oses desafiarla
con tu ira. No rías, tu risa desencaja su impaciencia. No mires, aborrece la
luz de las miradas. No cantes, que estallan en furia sus infiernos. No atrases
los horarios del recuerdo, que sus agujas se enfilan en picada al descalabro. Resiente
del cadalso que amortigua el cabrón estropicio hacia el abismo. ¡Cuidado!...
que te hace prisionero del pecado de la vida. Cuantificando Ave Marías que
reconfortan almas… Dios te Salve… el señor es contigo, conmigo, con todos…
La
escuchaba y sentía el corazón en mi garganta, atorado con mis miedos y recelos.
Desnudo el cielo de lunas y de soles que alumbraran mi falta de protección.
—Mamá
está loca —me dije al fin. Es irremisible, tengo que afrontarlo.
La locura
es mi sombra. Siempre lo he sabido. Es mi sino desde el día en que nací…
Tomé las
tijeras de la mesa de noche y me paré decidida ante al espejo. Me encontré con
unos años más que la última vez que visité mi imagen. Complacida ante la
belleza indiscutible de mi cabellera desbordada en rizos rojos que atraían ojos
y deseos infinitos, procedí a tomar un mechón y a cortarlo sin
miramientos. Luego otro y otro y otro. La forma ovoide de mi
cráneo me divirtió y mi cabeza pelona surgió sin tropiezo ante mis ojos durante
la iniciación del rito indubitable de encarar a la locura.
…no mires para atrás…
Intricado mundo en el que nos metes, Araminta. Dificil es saber quién sufre más, en cualquier caso pones el dedo en la llaga.- Un abrazo
ResponderEliminarPues yo espero que no seas tu quien sufre José porque me gusta verte aquí, relajado y feliz. Un abrazo y gracias siempre.
ResponderEliminarAraminta, me estremeció tu relato. Siempre pienso que vivo en el delicado equilibrio entre cordura y locura. Siempre pienso que está esperándome a la vuelta de la esquina. Tu relato es espeluznante.
ResponderEliminarBesos.
Gracias querida Martha, pienso que la frontera entre cordura y locura es tan frágil que cuesta saber con exactitud en dónde se está, sobre todo en este mundo tan convulsionado que arrastra además una historia violenta y vergonzosa para la humanidad. Pero es rico representar con la literatura cualquier papel y ponerse de vez en cuando en los zapatos del otro. Te dejo mi abrazo cariñoso y la alegría de verte aquí.
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