domingo, 9 de noviembre de 2014

ACOSTÓ LA FLOR EN LA MESA DE LUZ

Fotografía: Araminta Gálvez
Samuel traspasó la ventana con los ojos y sorprendió al pulpo camuflado de aspavientos debajo de la sombrilla de Goya. Había convertido hábilmente  sus tentáculos en las varillas de latón que suspendía ese sol demasiado rojo para ser amarillo. 

Fumó un cigarrillo, recorrió el pasado experimentado días atrás en el parque abarrotado de soledad y esperó pacientemente a que el café humeante en nostalgias le llegara de la mano peluda del mesero, advirtiendo de paso, cómo la mujer de al lado colocaba su miopía en el menú y sus ansias en las rodillas del vecino. 

Samuel decidió acostar la flor en la mesa de luz de su memoria y como al descuido, asaltó su mente con momentos, imágenes, recuerdos y extravagancias de cronopios, claroscuros, telescopios y fraudulentas botellas de soda, ocultando en su fondo el añorado coñac de la madurez todavía por venir. 

Los crujidos de la mecedora se mezclan con las charlas ajenas. Desde su óptica de hombre adusto y sensible a la vez y su afinidad política con el Che, Pol Pot y Husein, se adhiere al pensamiento universal de la palabra, que vuela, cual libélula azul, atada al horizonte de la luna.

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