Plácidamente, el color se instala
en la espalda de las nubes que juegan a tirar copos de nieve.
Con la boca abierta, la copa espera las correntadas
añejas de luz, de la sangre y del vino.
El abismo del silencio me separa de tu voz en la península del instante.
Juega el pincel de la luz a pintar de colores las imágenes que verdean
las gotas de rocío.
El polvo se retira a dormir a causa de la llovizna que aplaca sus aspavientos de nube.
La electricidad del trueno y del rayo tiende sus tentáculos sonoros, cálidos y brillantes sobre la civilización de los rincones del universo inquieto
en expectativas.
La mesa se viste de gala con manjares sabrosos a los ojos y al cuerpo del deseo. El horno de barro
abre su boca al fuego hirviendo en rojos intensos que cocinan las entrañas del
pan y doran sus mejillas.
Se escabulle de la alacena a mi nariz, la dulzura de
la canela y el cardamomo y la pimienta aromatizan el sancocho de la
vida.
La silla doblega al cansancio que se aposta en su espalda de
encino imbatible ante las tormentas de polillas.
Y temerosos por la claustrofobia del encierro de oscuridades, se abren los ojos,
y sorprendidos descubren la luz.
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