lunes, 26 de mayo de 2014

LA LUNA ME DESNUDA SIN VIOLENCIA

Fotografía; Araminta Gálvez
La risa, embriagada de luz y sobresalto, sepulta la tristeza en el olvido.
Un puñado de pájaros desciende su aleteo sobre el charco amurallado con orillas. La bruma corona los espejismos silentes de la cercanía que amenaza devorarnos.
El mercado ofrece sus tentaciones a los ojos, al tacto y al olfato y las remolachas parecen aves degolladas palpitando en rocío.
La lagartija guarda su equilibrio de escamas sobre la botella vertical de reflejos. La canción se desgrana en sentimientos que arrullan el nido que se esconde en algún lugar del corazón.
Asaltan las palomas los techos de los ojos y de las casas, con su algarabía de alas y estupor. Los gorjeos anuncian el día somnoliento de oscuridad y pesadumbre de horizonte gris.
Los hombros sostienen por igual la carga de los días y la cabeza del ser amado y entonces la montaña llega inundada de verde y humedad. Observa el horizonte, infla el pecho y yace mansamente cara al sol.
Afuera, el pino tiene una fiesta de pájaros y ruidos y ruidos. Sus hojas lanzan destellos de verdor y sus ramas trampolín impulsan vuelos.
La sombrilla esconde  la cara del golpeteo de la lluvia y el ruido se sale sin permiso por la puerta doblegando el silencio.

La pasión enciende el cuerpo con un fuego abrazador y la levadura esconde misterios de grandeza solo develados en las interioridades del horno y de la masa. La tinta dibuja palabras con su ingeniería de camino conocido y la luna me sigue hasta la puerta de mi casa y me desnuda sin violencia de mis miedos.





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