Vierto lentamente en una copa tus
miradas
y las bebo sorbo a sorbo,
extasiada,
adicta irremisible a las honduras
y a las mieles agrio amargas
que destilas de tu ser.
Tu voz se me diluye como pan bendito
en madrugadas de constante hambre de
luz,
de montañas derretidas
en abundantes veladuras
revestidas y saciadas de color.
Los truenos fusilados de la lluvia
se anuncian como brillos de
serpientes,
zigzagueando,
culebreando las tormentas
de caracoles,
sapos y estornudos.
Estiro con mis ojos el espacio al
infinito de tu piel
y serena atravieso las fronteras del
silencio
que como río lujurioso,
ondulante y obsesivo,
se cimbrea entre sirenas y medusas
en las tardes del hastío.
Aprieto el sol entero entre mis ojos
acuareleados en aguadas con su miel,
consumiéndome
como quiebracajetes azulados
rebozando adrenalina descompuesta
y recompuesta entre índigos y azul.
Soy adicta irremediable y no lo
niego,
y convicta declarada de esa paz,
que la luna noche a noche
y diestramente,
desdibuja y re dibuja en las
honduras de tu ser.
Araminta Gálvez
2012
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