viernes, 22 de febrero de 2013

HOGAR DULCE HOGAR

Su vientre es redondo y duro.
 Es como si el planeta entero se le hubiera acomodado en ese espacio reducido, de palpitaciones leves, de transformaciones prematuras. Y le pesa tanto, como debe pesarle el mundo al suicida que se desbarranca por el camino menos fácil.
                           Todo es incomprensible. 
Diez  años no alcanzan a entender la violencia de las garras lacerando su niñez. La lengua avariciosa se refocila con su cara, con su cuello… y su ombligo  se estremece y le vienen ganas de no sé qué…  Es un miedo oscuro lo que le tapa la garganta y no puede gritar. Ni  siquiera vomitar cuando siente la lengua hurgándole los rincones de su boca.
La vida era plena y vestida de luz.  El camino llevaba a todas partes y los sueños se alcanzaban con solo cerrar los ojos y soltar la risa. Ahora siente un ser extraño en su cuerpo. Cuando está queriendo dormir oye un corazón que no es el suyo. Entonces aprieta los ojos y se tapa los oídos, pero los sonidos le vienen de adentro. No encuentra acomodo. Le duelen los pechos y piensa que son dos granos grandes a punto de reventar.
Entre náuseas y mareos le entran ganas de jugar y entonces, como por arte de magia, se olvida de esa cosa que se le mueve adentro mientras  mece a sus muñecas y les cambia los pañales.  Pero los pasos se acercan y de nuevo estremecen su ser. La noche llega y con ella el miedo otra vez será su cobija. 

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