martes, 25 de febrero de 2025




 



 

Luna

Eran las cinco de la tarde, no tenía ninguna duda. El aire olía a noche. Ese olor inconfundible a pesadillas. Los pájaros atravesaban los espejismos del cielo, escapando  de su sombra. Buscaban cobijo en los árboles zambulléndose en sus ramas como un suspiro. Su gorjeo no quería dejar ir los últimos destellos del día. El alboroto en las alturas de los árboles parecían estertores de vida. El miedo privaba, y estremecía el corazón. Abrí los ojos y dejé que la música del saxofón que tocaba el hombre de saco a rayas y barba prominente, cinco pisos arriba del mío, y tres ventanas hacia la derecha, atravesara como una espada afilada mis sentidos. Mi esqueleto vibró como una pandereta y el corazón me aplacó los miedos. La calle se llevó la música por los recovecos del tiempo y la luna, como un regalo de luz, se posó en mis ojos atrapando a la noche.


Araminta Gálvez en un martes de febrero del 2022