lunes, 22 de febrero de 2016

EL DESPERTADOR NO FUNCIONÓ A TIEMPO


Miró sus zapatos y sintió que recibía un baño de agua fría. El traje sastre de color gris y la blusa de sedalina blanca estaban impecables.  Su cabello tenía un orden perfecto y el rojo de las uñas y de sus labios combinaba a la perfección con los zapatos. Eso había creído hasta el momento  en que se dio cuenta de que sus zapatos no hacían pareja entre sí.

El pulso se aceleró en sus venas y sintió que ya no sería capaz de pensar con claridad. El tic del ojo izquierdo  aparecería en cualquier momento, junto a las ganas incontrolables de orinar.

Se sentó en el sillón más alejado del salón y trató de ocultar uno de sus zapatos detrás del otro. Era casi imposible que sus zapatos pasaran inadvertidos y Anastasia sentía que todos los ojos estaban puestos en ellos.

 ¡Era inconcebible que esto le hubiera pasado a ella! Precisamente a ella. Tan pulcra siempre. Tan cuidadosa de los detalles. Tan dada al buen gusto y a la perfección.

¡Si tan solo el despertador hubiera funcionado a tiempo y no hubiera tenido que vestirse con rapidez para llegar a tiempo a la entrevista! ¡Si no necesitara tanto el trabajo! ¡Si pudera salir corriendo de esa habitación para esconder sus horrorosos zapatos!

El sudor se acentuaba en su frente y ya  empezaba a sentirlo en el cuello.  Estaba convencida que cuando la llamaran para presentar la entrevista, no sería capaz de ponerse de pie y quedar expuesta ante todas esas hermosas mujeres que buscaban el mismo trabajo que ella.


La puerta se abrió y apareció una sonriente y desinhibida jovencita que lucía unos zapatos que tampoco hacían pareja entre sí. Se veía tan cómoda y segura de sí misma, que sin darse cuenta, Anastasia cruzó las piernas para que todo el mundo viera lo bien que se veía con un zapato rojo y otro morado

martes, 2 de febrero de 2016

SIN UNA LUZ

Fotografía: Araminta Gálvez.
Se detuvo frente a  la puerta. En seco.

Era de roble macizo. Añosa. Imponente. Una puerta batallón. Casi infranqueable.

Los murmullos se fugaban por las rendijas y llegaban hasta sus oídos.

Le golpeaban el corazón.

Si tan solo no hubiera despertado esa mañana con un presentimiento. Si no fuera viernes 13. Si ese maldito gato no se le hubiera atravesado en el pensamiento.

Pero claro, estaba allí. Fiel a sus presagios. Con el miedo atravesado en la caja del pecho. Sin una luz que lo salvara de su oscuridad.

Ahora ya solo le quedaba una certeza.

Definitivamente hoy, tampoco podría declararle su amor.